viernes, 14 de octubre de 2011

Sosaid Gnomo, por LDC.




Contenido peligroso: Post inspirado por Miyagui Cojonudo, cuidao.

Sosaid Gnomo es el jefe de nuestro bar, el puto amo en todo los sentidos.

Apoya los brazos en la barra y, acto seguido, levantando y bajando rápidamente la cabeza, te pregunta sin pronunciar palabra alguna: tu que quieres. Levanta el meñique con anillo hevil cuando le echa el refresco a los cubata. No te cobra si no se lo pides, te puedes ir sin pagar… más de una vez ha pasado.

Sosaid, puede que sea alto, realmente no se si tiene piernas, es que nunca le vi fuera del bar, nunca le vi en ningún otro sitio que no fuera detrás de la barra. Seguramente a mi lado sería alto, y es algo gordito. Tiene la piel clara. El pelo claro y los ojos no me acuerdo. Tiene cara de buena gente. No habla, no sonríe, no saluda y no se despide, nunca, jamás.

Yo le tengo cariño, supongo que todas le tenemos, por mi parte le llamo con su nombre de persona humana, yo intento ser super simpatica con el y me esfuerzo de caerle bien… desde hace años, pero sin éxito. Probablemente le caigo mal o me ignora… desde luego no sabe como me llamo ni las bebidas que me gustan.

Sosaid nos tiene un poco indignadas, no por nada… pero es que es el dueño de nuestro bar y, coño, estamos siempre allí metidas! Debería de hablarnos, o por lo menos pensar que somos guapísimas y estupendas! Porque lo somos y somos clientas suyas, joder!

El tiene el disco de Jose Angel: Madre soy cristiano homosexual en el bar… y polaroid y yo le montamos una escandalera enorme cuando lo descubrimos… nos llevamos un montón de tiempo allí en la barra comentando cosas… yo casi pensaba que igual ya éramos colegas, pero que va… todo volvió a la normalidad al día siguiente… encefalograma piatto.

Sosaid, si nos lees: SONRIENOS de vez en cuando, hombre de dios, que nos hace ilusión copón!

P.D.: pola pon tu una foto con tu arte…

viernes, 7 de octubre de 2011

in the morning cover (buenos días panamá)


sevillanas:

es casi por la mañaña y mi madre me llama. mi madre me llama y me dice que el día que me fui, me llevé las llaves de su coche conmigo. que el día que me fui llegó tarde al trabajo porque no encontraba sus llaves. que llegó tarde al trabajo porque cuando por fín encontró las llaves de repuesto, resultó que el coche se había quedado sin batería. que el coche se había quedado sin batería porque yo me había dejado la radio encendida toda la noche. que yo me había dejado la radio encendida y que ella estaba muy preocupada conmigo.




no me extraña.



jueves, 6 de octubre de 2011

Las virtudes de los anfitriones




A las dos en punto, tras una suave fricción llave-cerradura, Alicia Seisdedos y Jacobo Valiente entran en el gran vestíbulo del gran apartamento. Regresan de una cena en casa de los Gisors, anfitriones casi perfectos a pesar de su tan manida costumbre de interrumpir cada frase con invitaciones a probar un bocado de " Marta a la Calabrese" o un sorbo de "Château de Intestin".

Sin mediar palabra, ambos se dirigen al dormitorio principal, de puntillas ella, arrastrando los talones él. Si no fuera por los leves balanceos absolutamente injustificados de ambos, nadie diría que están lo suficientemente borrachos cómo para decirse verdades inconvenientes y mantener la mirada durante demasiado tiempo.

Alicia Seisdedos comienza a desvestirse como quien pela una cebolla, quitando las capas superficiales de satenes y crepés en roncos frufrus y sabiendo que acabará llorando al final. Enredada en un maremagnum de cintas, velcros, cremalleras, botones, hebillas, presillas y corchetes, se dedica con abnegación a liberarse de su armadura textil, mientras observa de reojo a su prometido, quién, sentado sobre la cama, parece observar las luces de la ciudad en dirección a la calle de Anna Gisors.

Desde que los presentara el invierno pasado, Alicia Seisdedos ha padecido sistemáticos episodios de pequeños celos en cafés, galerías comerciales, paseos marítimos, museos, jardines botánicos, restaurantes, casas ajenas, teatros y tiendas de anticuario. A decir verdad, no todos esos episodios se deben al hecho de haber tenido que presenciar impasible la manera en que las opiniones de Anna y Jacobo, no importa el asunto en torno al cual el grupo de amigos conversara, acababan convergiendo irremediablemente y derivando en sonrisas complices y miradas algo subrepticias. Pero haciendo honor a la verdad, sí que en su mayor parte.

No es que Alicia se sienta traicionada por ello, de hecho, es consciente de que cierta afinidad hacia las mismas cosas que hace que dos personas se enamoren, suele traducirse en cierta afinidad hacia las mismas personas, lo que tarde o temprano lleva a que uno de los enamorados siempre acabe encontrando razonablemente atractivo a alguno de los amigos de su pareja. Incluso ella misma, admite Alicia Seisdedos para sí, encuentra en Timoteo Gisors, el marido de su gran amiga y análoga Anna Gisors, innegables virtudes, pequeños detalles que reunidos en su cerebro en libre asociación, llevan a Alicia a complacerse esporádicamente en húmedas fantasías en las que Timoteo Gisors es indudable protagonista, y que, en cualquier caso, sobrepasan lo públicamente reconocible.

Sin embargo, que no se sienta traicionada no evita que Alicia Seisdedos esté algo molesta. Despues de todo, todos esos argumentos tan sensatos, no sirven para aplacar cierta furia, cierto regusto agrio de suave odio reconcentrado. Por ello, cuando Jacobo Valiente se acerca a ella para subirle la falda, bajarle las bragas y susurrarle al oido ahora vamos a follar, siente ascender desde el gran amor que siente hacia a su prometido un innegable deseo de venganza. Nada demasiado importante, en realidad sólo una leve inclinación hacia la revancha, simplemente las ganas de materializarla diciendo algo cruel aunque no demasiado, diciendo algo que haga a Jacobo sentirse pasajéramente frágil, diciendo algo así como estás echando barriga, cariño. Eficaz pero inocuo. Agudo pero evanescente.

Sin embargo, Alicia Seisdedos decide ahogar la frase no pronunciada y en su lugar, desliza la mano hasta la entrepierna de Jacobo, le baja la bragueta, se da la vuelta y aprieta su culo contra la gran erección de su prometido. Así, ella abre las piernas al tiempo que cierra la puerta a celos e inseguridades, notando como con cada sacudida las palabras que antes latían en sus sienes adelgazan, se arrugan, se desgastan y se deshacen hasta desaparecer. Concentrada al máximo, muerde, besa, chupa, sube, baja, gime, araña, lame, acaricia y grita. Sólo sufre una ligera distracción en el momento en que Jacobo Valiente se acerca a su oido para morderle el lóbulo de la oreja y añadir en un susurro ronco estás echando culo, mi amor.


martes, 4 de octubre de 2011

a ver si te enteras




te equivocas cuando dices que el chocolate, o ganar la lotería, o el sexo, o la música, o la sonrisa de los niños, o las drogas, o las vacaciones, o la tortilla de patata de tu madre y/o los viajes a japón.

porque en realidad, después de todo, te pongas como te pongas, sigue sin haber nada mejor que gustarle a los demás.