jueves, 29 de noviembre de 2012

No llores delante del pez, por LDC

 

klaus

Lo primero que aprendí en Cádiz fueron los nombres de los camareros de la cafetería de la facultad. Ahora que lo pienso, ellos nunca han tenido la decencia de aprenderse el mío. Al principio era la Italiana que no tenía ni idea de nada y a la que le tenían que explicar el contenido de todos los platos del menú. Que si la carrillá, que si la papa con choco… lo que no les permitía era que me explicaran los pescados, en primer lugar porque me los conocía ya desde chiquitita y en segundo lugar porque mis super poderes me permiten distinguir la canal de todo teleósteo a 100 metro de distancia, sin gafas y a patita coja. Así que si me vas a poner panga ten la decencia por lo menos de callarte, que mero y que pargo y que leches! De todos modos, hoy, lo prometo, hoy, y eso quiere decir seis años y 3 meses después de mi llegada, me he dado cuenta de que Jose, sin preguntarme me pone el mismo café con la mitad de la leche caliente y la otra mitad fría, con dos sobrecitos de azúcar desde hace un tiempo inmemorable,  y que además me llama guapa y se despide de mi cuando recojo mi desayuno y se lo dejo en el sitio de las cosas sucias. Hasta aquí cada uno de mis innumerables lectores pensaría que aunque Jose no sepa mi nombre si sabe mi café, pero no es así. A mi el café de la cafetería de la facultad no me gusta, nunca me ha gustado ni me gustará. Lo que pasa es que llevo adicta a la cafeína desde el 1998 y si me encontrara en un apuro hasta me podría tragar las capsula de la nespresso con un vaso de agua para poder obtener algo de cafeína para mi dañado y adicto cuerpo. Jose sencillamente me tiene domesticada. Intenté que aprendiese a ponerme el café solo, ristretto, con unas gotitas de espuma de leche hirviendo en taza pequeña durante meses, pero al final fui yo la que aprendió a tomarse un café largo con leche templada en vaso de cristal y a recoger los cacharros… perooo, sabéis lo que pasa… es que toda las mañanas, aunque no vaya arreglada, aunque lleve el pelo hecho unos zorros, con la cara de sueño y el mal despertar, Jose va y me dice “guapa”... y quieras que no, se agradece. 

viernes, 23 de noviembre de 2012

la fuente de cacho

el trío arbitral se reune en tierras cántabras para beberse todo el orujo, y llenarse la boca de sobaos pasiegos con el único propósito de decir "pamplona".

sólamente puedo decir,
graaaaaaaaacias por veniiiiiiiiiiiiir

sábado, 10 de noviembre de 2012

ya si eso, le pones Bach


creo que fué por algo que tenía que ver con los matrimonios internacionales y las fiestas de cumpleaños sorpresa, pero el caso es que en Halloween acabé disfrazada de la señora de los gatos de los Simpson. en superficie, una maniobra de disidencia de las hordas de  neumáticas vampiras y depilados zombies que pueblan la noche del trickortreat; más en profundidad, una manera de afirmar que a cada uno le da miedo lo que en realidad le da miedo, y que si  Bruce Wayne accede a travestirse de bat-fantoche porque teme a los murciélagos, las chicas de santander no vamos s ser menos que los superheroes de gotham.

ser hijo único tiene un gran inconveniente: en Reyes siempre te traen un juego de mesa de 2 a 6 jugadores. el hecho de que el hijo único desarrolle sofisticadas estrategias de juego en que no sólo adopta simultánemente el papel de dos o más jugadores, sino que además logra hacer trampas sin que su yo disociado se entere, no logra enmascarar cierta desazón a la que no logra ver un final claro.

desafortunadamente, el paso de los año no despeja nada. y eso que el hijo único consigue no pensar en exceso y hacer lo que le toca: primero estudia y luego trabaja, hace amigos y sale con chicos/as, y entre tanto lee libros, mira películas, se abre cuentas bancarias y los domingos va a comer paella a casa de sus padres. pero, aunque de forma débil, siempre palpita, cerca del cuello, la certeza de que el que crecíó solo, morirá solo, y que  en ese caso, su vida  puede ser algo muy distinto de La Vida.

me pongo tremendista, dejémoslo en que estoy tremenda, digan que sí sin rechistar. igual es porque me he mudado a otra ciudad, puede que porque ahora vivo sola y no logro acostumbrarme, tal vez porque me refugio en el chocolate y en el catán online, igual porque mi autoestima sexual anda bajo mínimos, a lo mejor porque soy de los que sospechan que el milenarismo va a llegar, pero lo cierto es que acabo arrugándome ante  la penspectiva de que la Nochevieja del 2061 me sorprenda vieja y sola, rodeada de gatos, cacatúas y gatatúas, muerta con los ojos abiertos frente a un plato de aceitunas sin hueso y un tragabolas.