lunes, 24 de diciembre de 2012

de como empecé escribiendo sobre mis fantasías de ascensor y acabé recordando el año que viví en barcelona



doy fé de que no hay tío con pinta de empotrar que me acompañe en la ensoñación que hoy les presento, y aún así, sostengo frente a viento y marea que cada mañana, fantaseo con quedarme atrapada en el ascensor, o dicho de otro modo, de lunes a viernes imagino la posibilidad de que cualquiera de los dos ascensores de mi edificio, ambos decorados con una chapa metálica en la que se insta a los vecinos a que pidan que los niños bajen solos, los mismos ascensores que se ponen de acuerdo para averiarse de manera alterno-consecutiva pero no simultánea, algo tan singular que uno sospecharía de las verdaderas intenciones de máquinas tan gentiles y organizadas, retomo, ya dentro de la cabina, ya en pleno viaje al centro de la tierra, directa hacia mi exposición pública de incompetencia y falta de profesionalidad, imagino, me recreo en la posibilidad de un fallo eléctrico o mecánico de naturaleza incierta que me mantenga suspendida a 16 metros sobre el suelo, allí donde la frustración no me alcanza, y una vez allí, dejar transcurrir la mañana apaciblemente, reina de mi metro cuadrado colgante entre nubes azules y algodonosas, tan arriba que el colegio es sólo un punto y apenas se oye a los niños preguntarme que si a boli o a lápiz.

))<>((

hacia el mes de marzo empecé a vivir en gran vía con urgell, en el cuarto más oscuro de un piso enorme, decimonónico y lleno de veinteañeros franceses que de vez en cuando me sacaban de paseo por el  raval o poble nou. hacía meses que mi presencia en la universidad era apenas testimonial: por la noche robaba la wifi a los vecinos y escribía en foros de modernos en los que me vacíaba por dentro, y durante el día o bien dormía, o bien hacía cosas tan productivas como coger libros en la  biblioteca sant pau-santa creu o dvds en la papaya verde, o no hacer nada de nada. con el paso de los meses había logrado hacer algunos amigos, todos con pene para mi suerte o desgracia, lo que equivalía por un lado a volverme una iniciada en el delicado arte del humor políticamente incorrecto,  y por otro, a que todos ellos acabaran por dejar de verme como un ser con tetas, lo que implicaba que mi autoestima femenina se resintiera cada vez que una chica guapa aparecía en escena y me abandonaban para dedicarse a revolotear a su alrededor. lo cierto es que en ese momento me moría de amor-del-bueno-del-de-toda-la-vida y fantaseaba con aviones que me llevaran a andalucía como hoy fantaseo con ascensores averiados, pero todo el mundo sabe que eso no tiene nada que ver con el hecho de que refuerzo mi autoconcepto toda vez que cuatro erasmus borrachos compiten en gracietas hasta la muerte con el fin de llevarme a sus futones y ponerme mirando para la puerta de brandenburgo, y la que esté libre de pecado que baje dios y ciento volando. fue también el año en que me regalaron la guitarra, y bailé con stereo total en el apolo, y en que adelgacé 5 kilos y engordé 7, en que leí el bello verano y coincidí varias veces con genis en el sidecar, en que antoine me enseñó a hacer crepes y en que en la fnac regalaron una agenda con fotos de rodajes de truffaut y fellini en la que escribí no te prometo estocolmo ni gatos acurrucados, pero he traído cigarrillos para cenar.