Ricitos, todavía sentado delante de la casita de muñecas por fin tomó una decisión. Decidió volver a acercarse a la ventana y con mucha calma se arrodilló delante de ella. Despacito se acercó y empezó a observar minuciosamente aquel bichito. La piel verde del animalito brillaba como la de unos de esos lagartos tropicales… parecía lisa. El cuerpo, acalorado, era alargado parecía tener piernas y brazos en lugar que patas. La cabeza se caracterizaba por una pequeña nariz y una pequeña boca. Al contrario, los ojos eran enormes, también de color verde, algo parecido a una melena pelirroja enmarcaba unos bonitos rasgos femenino aunque el resto del cuerpo no presentaba ninguna característica que permitiese identificar el sexo del animal. Claramente no se trataba de un mamífero… no podía tratarse tampoco de un reptil. Las alas le confundían, le recordaban a las de una libélula. ¿De que se trataba?. Fuera lo que fuera Ricitos se prometió no contárselo a nadie. Aquella creatura le pareció preciosa y por nada al mundo la hubiese enjaulado o, peor todavía, conservado en un bote con formol.
Loli volvió a ver a su persecutor aparecer por la ventana. Se había dado cuenta de que se trataba del habitante del extraño nido luminoso al que se había acercado tiempo atrás. Recordó la curiosidad que tenía por aquel bicho y por un lado no le importaba que la hubiese encontrado y que pudiese verla. Lo que si le importaba era el miedo a morirse y lo que más la asustaba era lo que podía albergarse en lo mas recóndito de aquel corazón. Aun así aquellos ojos que la miraban tan a fondo que no parecían querer hacerle ningún daño. Loli llevaba cientos de años siendo hada en la Algaida y nadie nunca había podido verla y el corazón de nadie se le había resistido hasta este momento. Loli decidió confiar en aquellos ojos y en la curiosidad que no le permitía resistirse a aquella creatura. Pensó que el hecho de que hubiese una barrera, algo parecido a un muro entre sus corazones no tenía que esconder necesariamente algo malo… y el presentimiento de morir… pues hubiese aprendido a librarse de él. Loli se puso de pié y se asomó a la ventana, Ricitos no entendía lo que estaba pasando y volvió a sentarse en la misma postura de antes. Loli pegó un saltito, levitó hasta él, se acerco hasta su cara y con mucha valentía estiro su brazo hasta llegar a tocarle la nariz.
Como la vida misma!! Un bonito relato, veamos como se desarrolla. Loli es una valiente, sin duda!!
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