mi primer beso fue como un caracol: pequeño, blando y un poco baboso. yo iba a cumplir diecisiete años, trataba de camuflar mis abundantes inseguridades con toda clase de ingenuas estrategias y salvaguardaba mi virtud con la determinación de Juana de Arco. por inexplicable que parezca, todo ello ponía a Manuel Trovira más cachondo que un mandril, lo que a su vez me proporcionaba una sensación de bienestar de la que me resultaba difícil prescindir. y no es que Manuel Trovira brillara por sus encantos, y ciertamente se podría decir que el muchacho me gustaba poco o nada, pero la autoestima de las que no somos muy guapas necesita cierto estímulo every now and then.
así que me hacía la interesante, o al menos todo lo que mi torpeza me permitía, mirando por la ventana en los momentos clave de las fiestas, con la única intención de erigirme en ejemplo viviente del me-gusta-cuando-callas-porque-estás-como-ausente. por suerte o por desgracia, todos los adolescentes son tan gilipollas como una servidora, y el día que hice lo propio una vez que veníos-a-mi-casa-que-mis-padres-se-van-al-pueblo-y-tengo-las-llaves-del-mueblebar, Manuel Trovira me siguió entusiasmado al balcón pensando que así se las ponían a Felipe II*. no recuerdo muy bien de qué hablábamos, sólo recuerdo que yo estaba en mitad de una frase y que no me ví venir el momento en qué la boca de Manuel Trovira II de Austria o Habsburgo vino a aterrizar sobre la mía con el ímpetu de la armada invencible. con idénticos resultados, por otra parte.
pasada la sorpresa inicial, y tras quedarme unos segundos como los conejos cuando les dan las largas, mi reacción fue la de huir a la francesa y la de entrar en fase de negación:
eso NO había sido mi PRIMER beso.
¿cómo era posible entonces que un instante que se quedaría GRABADO a fuego en mi MEMORIA incluyera la mirada bovina de manuel trovira por un lado, y el concepto "demasiada saliva" por otro? ¿dónde estaban entonces el equivalente santanderino de ethan hawke, el atardecer, la playa estaba desierta el mar bañaba tu piel, y celine dion cantando el my heart will go on acompañada por la Real Banda de Gaiteros de la Diputación de Ourense? solo los preferentistas de bankia pueden comprender lo que se siente ante tal estafa.
hoy ya no le veo tanto sentido a mis ganas de interponer una demanda judicial a la factoría disney por publicidad engañosa (que levante la mano al que los cuentos de hadas no le hayan creado falsas expectativas o directamente algún trauma). en parte porque últimamente mi vida es un poco triste y valoro todo lo que me hace reir, entre ellos el recuerdo de manuel trovira, sus jerseys de grecas y aquella dentadura que pedía a gritos una ortodoncia. en parte porque me hace asombrarme ante la potencia que tiene el recuerdo de un momento frente a la vivencia del momento en sí; me hace pensar que recordar es sinónimo de revivir y que tengo la impresión de que revivir es muchas veces más importante que vivir; me hace constatar que se ven más conciertos a través de la pantalla del smartphone que bailando desenfrenadamente y que creo que ello se debe a algo de la naturaleza humana que nos lleva a intentar capturar el momento para poder reexperimentarlo hasta el infinito y más allá. y que sometimes "the thinking" is better than "the doing".
(*) El rey Fernando VII era un gran aficionado al billar y solía jugar con los miembros de su camarilla. Estos, deseosos de agradar al soberano, procuraban siempre fallar sus
golpes y hacer que las bolas quedasen en inmejorable situación para que
el monarca hiciese sucesivas carambolas. De ahí proviene la frase hecha
"Así se las ponían a Fernando VII", que se refiere a la facilidad que se le presenta a una persona de cara a afrontar una tarea. Se desconoce el motivo por el que dicha expresión evolucionara con el paso del tiempo hacia la formulación "Así se las ponían a Felipe II", de uso mucho más frecuente en la actualidad, aunque hay teorías que apuntan a que el padre del Escorial, más que al billar, era aficionado a jugar a la oca: de moza a moza y tiro porque me toca.