lunes, 4 de marzo de 2013

Laregla de Chargaff sobre el extraño concepto de la autoestima ajena… o algo así en dos o cuatro partes.

 

(este post va a ser larguísimo además aburrido, ya os lo aviso)

Parte I.

Hace un año llamé a mi amigo M. para invitarlo a mi boda. M. lleva 5 años en Barcelona y allí, al igual que yo en el Sud, está más feliz que una perdiz. (Nunca mejor dicho y quien le conozca sabe el por qué). Nos une el hecho de haber salido de un País que ya no invertía en la investigación para ir a uno que dejaría de hacerlo 5 años después, y actualmente nos separan las posibilidades que M. tiene para irse fuera con una post doctoral y el rechazo que tengo yo en seguir con esto de las pipetas.

Volviendo al tema de la llamada para lo de la boda M. (cuyo últimos 2 años de carrera fueron codo a codo conmigo… y además hasta empezamos juntos a trabajar en la misma empresa… una vez terminado los exámenes… antes de licenciarnos… y salir del País… bla bla bla) decidió repasar lo mal que me había ido con los tíos antes de que mi prometido entrase en mi vida. Y yo con esos pelos.

Quiero romper una lanza en su favor y decir que M. era mi amigo, y como todo buen amigo, tuvo que tragarse todas mis penas (en directo) entre el 2004 y el 2006 (luego ya se incorporó Japón 2006 – 2010). Así que creo que me quiso torturar un poco en plan venganza.

De todas formas M. nunca se había cortado un pelo conmigo, cuando me conoció me dijo que el viejo este de los pelos que tenía por novio era un insatisfecho de la vida, un vividor que se iba a cansar de mi en breve. Vaya tela, si hubiese tenido una esfera de cristal no hubiese podido darle mas al clavo.

De todas formas, charlando y charlando, saltando de un tema a otro, agradeciendo su apoyo en aquellos días y acordándonos del grupo mas bueno que teníamos, M. se acordó de unos de nuestros compañeros en concreto. M. se acordó de D. y me preguntó como había sido posible que nunca pasase absolutamente nada entre D. y yo.

Parte II

D. y yo nos entendíamos perfectamente, yo empezaba una frase y D. la terminaba. Yo me sentaba detrás de el y le decía: D., D., oye oye no se que no se cuanto y D. sin darse la vuelta me contesta: ya ya lo se, claro claro. Aaaa y por cierto, que guapo vienes hoy. Y tu mujer, cada día estas más guapa. Y así patatín y patatán ttttoooodos los días. Además cuando íbamos a dar las clase en el jardín botánico nos quedábamos con el codo en cima de uno de los calefactores centenarios del pasillo y uno en frente de otro a 30 cm nos clavábamos la miradas y hablábamos de ciencia. D. tiene unos de los ojos negros más profundos del planeta, la nariz llena de pecas y antes de quedarse calvo era pelirrojo. Una mezcla de caracteres fenotípicos excitantes hilvanados por unos de los rostros masculinos más atractivos que haya visto jamás. El factor calvicie solo le favorecía, sus labios y pómulos no corrían el riesgo de pasar inobservados.

D., como todo los tíos buenos del planeta tenía novia (al igual que yo durante cierto tiempo de nuestra amistad). Si D., era un regalo de la genética, su novia R. estaba diseñada al ordenador y le eclipsaba completamente de lo bellísima que era. Además era maja. Y estudiante de medicina del 5 año. Vamos que me daba 3 vueltas.

Aun así D., y yo estábamos metidos en una nube de amor platónico extremadamente pegajosa y para nada peligrosa hasta que el viejo de los pelos que tenía por novio decidió que ya había llegado el momento “plan renove” y que yo ya me podía ir a tomar viento fresco.

Fue en la terraza de F. que D., en la misma postura que escogíamos en el jardín botánico pero en este caso empleando las tumbonas de la madre de F., me miró a la cara y me dijo lo siguiente (o por lo menos algo muy parecido): Estas triste y te sientes fea, estas vulnerable. Lamentablemente estas extremadamente guapa y eres un peligro. Lo que pasa es que no lo sabes. Eres mi amiga y te quiero y te haría el amor en cualquier momento.

A mi me salió una sonrisa desde el alma de estas que ya no me acordaba que era capaz de soltar. Otra a lo mejor le hubiese insultado y le hubiera dado un guantazo, incluso yo hubiese podido tener esta reacción en otro momento, pero allí en aquella circunstancia, se lo agradecí y con educación le dije que mejor no. D., aliviado me dijo que muchas gracias por quitarle de un lio. D., y yo seguimos igual de amigos hasta antes de perder el contacto debido a mi cambio de residencia y nunca tuvimos ningún malentendido. 

Parte III

Días después de lo de la terraza, cuando mi autoestima estaba ya mucho mejor, en la F N A C  de  V i a - d e i  - M i l l e se lo conté todo a M. Realmente se lo quería soltar para saber que opinaba, si había sido una niña estúpida y si pensaba que realmente debería de haberle soltado un guantazo al sinvergüenza.

La opinión que me M. me dio sencillamente me pareció rondar entre la indiferencia, la resignación, la impotencia y otras cosas que ahora mismo no se muy bien como expresar. Solo me dijo algo así: no es el que más te ha ayudado de todos nosotros, sin embargo ha sido el que más éxito ha tenido. Se te notó al instante. Así que debe de haber estado bien, ahora no les des más vueltas.

Parte IV

Esto es lo que hice, M. No le di más vueltas. Así que estabas equivocado, fuiste el que más me ayudó. 

2 comentarios:

  1. polaroid en dos o cuatro partes8 de marzo de 2013, 1:47

    gran post, Labella de Chargaff. en concreto me han gustado mucho las conversaciones sobre ciencia en el jardín botánico (cágate lorito)y el calvo y su plan renove.

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  2. Gracias pola, este ha sido el post de la televigencia, me llama M y me dice que en semanan santa viene a verme, que bien, no?? Usted estará??

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