jueves, 6 de octubre de 2011

Las virtudes de los anfitriones




A las dos en punto, tras una suave fricción llave-cerradura, Alicia Seisdedos y Jacobo Valiente entran en el gran vestíbulo del gran apartamento. Regresan de una cena en casa de los Gisors, anfitriones casi perfectos a pesar de su tan manida costumbre de interrumpir cada frase con invitaciones a probar un bocado de " Marta a la Calabrese" o un sorbo de "Château de Intestin".

Sin mediar palabra, ambos se dirigen al dormitorio principal, de puntillas ella, arrastrando los talones él. Si no fuera por los leves balanceos absolutamente injustificados de ambos, nadie diría que están lo suficientemente borrachos cómo para decirse verdades inconvenientes y mantener la mirada durante demasiado tiempo.

Alicia Seisdedos comienza a desvestirse como quien pela una cebolla, quitando las capas superficiales de satenes y crepés en roncos frufrus y sabiendo que acabará llorando al final. Enredada en un maremagnum de cintas, velcros, cremalleras, botones, hebillas, presillas y corchetes, se dedica con abnegación a liberarse de su armadura textil, mientras observa de reojo a su prometido, quién, sentado sobre la cama, parece observar las luces de la ciudad en dirección a la calle de Anna Gisors.

Desde que los presentara el invierno pasado, Alicia Seisdedos ha padecido sistemáticos episodios de pequeños celos en cafés, galerías comerciales, paseos marítimos, museos, jardines botánicos, restaurantes, casas ajenas, teatros y tiendas de anticuario. A decir verdad, no todos esos episodios se deben al hecho de haber tenido que presenciar impasible la manera en que las opiniones de Anna y Jacobo, no importa el asunto en torno al cual el grupo de amigos conversara, acababan convergiendo irremediablemente y derivando en sonrisas complices y miradas algo subrepticias. Pero haciendo honor a la verdad, sí que en su mayor parte.

No es que Alicia se sienta traicionada por ello, de hecho, es consciente de que cierta afinidad hacia las mismas cosas que hace que dos personas se enamoren, suele traducirse en cierta afinidad hacia las mismas personas, lo que tarde o temprano lleva a que uno de los enamorados siempre acabe encontrando razonablemente atractivo a alguno de los amigos de su pareja. Incluso ella misma, admite Alicia Seisdedos para sí, encuentra en Timoteo Gisors, el marido de su gran amiga y análoga Anna Gisors, innegables virtudes, pequeños detalles que reunidos en su cerebro en libre asociación, llevan a Alicia a complacerse esporádicamente en húmedas fantasías en las que Timoteo Gisors es indudable protagonista, y que, en cualquier caso, sobrepasan lo públicamente reconocible.

Sin embargo, que no se sienta traicionada no evita que Alicia Seisdedos esté algo molesta. Despues de todo, todos esos argumentos tan sensatos, no sirven para aplacar cierta furia, cierto regusto agrio de suave odio reconcentrado. Por ello, cuando Jacobo Valiente se acerca a ella para subirle la falda, bajarle las bragas y susurrarle al oido ahora vamos a follar, siente ascender desde el gran amor que siente hacia a su prometido un innegable deseo de venganza. Nada demasiado importante, en realidad sólo una leve inclinación hacia la revancha, simplemente las ganas de materializarla diciendo algo cruel aunque no demasiado, diciendo algo que haga a Jacobo sentirse pasajéramente frágil, diciendo algo así como estás echando barriga, cariño. Eficaz pero inocuo. Agudo pero evanescente.

Sin embargo, Alicia Seisdedos decide ahogar la frase no pronunciada y en su lugar, desliza la mano hasta la entrepierna de Jacobo, le baja la bragueta, se da la vuelta y aprieta su culo contra la gran erección de su prometido. Así, ella abre las piernas al tiempo que cierra la puerta a celos e inseguridades, notando como con cada sacudida las palabras que antes latían en sus sienes adelgazan, se arrugan, se desgastan y se deshacen hasta desaparecer. Concentrada al máximo, muerde, besa, chupa, sube, baja, gime, araña, lame, acaricia y grita. Sólo sufre una ligera distracción en el momento en que Jacobo Valiente se acerca a su oido para morderle el lóbulo de la oreja y añadir en un susurro ronco estás echando culo, mi amor.


5 comentarios:

  1. ...lo que me recuerda que deberían ver Mutual Appreciation: http://www.youtube.com/watch?v=BwyaexHA9tk

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  2. no pretendía yo que le diera un ictus...

    ... efectívamente, somos la sucursal gaditana de novelas harlequín.

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  3. Still Picuet Dry (gritar como en el Still Lovin´ you de los Scorpions)7 de octubre de 2011, 23:58

    perspicacia en el análisis psicológico de los personajes, al estilo de Quimmonzoid; y por qué no, de Cortazoid o incluso Flaubertoid. Qué bueno, copón.
    Pd: teníamos un debate pendiente acerca de las infidelidades telúricas, infrarrojas, on line, de pensamiento y no de obra. Válgame este post para conocer, si no su posicionamiento, sí su perspectiva. Y válgame Dios, qué sueño tengo, me voy al sobre.

    Salúdeme a Chargie, que a usted ya la saludo yo. Ciao!

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