martes, 24 de enero de 2012

Laregla De Chargaff sobre “Historias tristes, tristes, tristes, tristes…”

 

Giacomo Leopardi era un chico triste. Probablemente no lo hubiera sido si hubiese tenido mas suerte. Suerte con su cuerpo para empezar. El pobre era tan débil y frágil que estaba obligado a vivir encerrado en un cuarto. Giacomo se encorvaba sobre su escritorio, mas tiempo pasaba encerrado y peor parecía estar. Estudiaba a la luz de las velas, tenía la mesa llena de papeles y  de vez en cuando miraba a través de los cristales de su ventana. Cuando salía a dar un paseo por el campo, subía al monte y se sentaba delante de un matorral. Hubiera podido seguir un poco mas para disfrutar de las vistas pero no. A el le gustaba frustrar ese placer haciendo que el matorral le tapara el panorama y tener que imaginar lo que se extendía detrás. Giacomo amaba a Silvia, escribía poesías sobre ella, la miraba a través de la ventana pero ni le hablaba ni se declaraba. Silvia murió y Giacomo perdió hasta su amor platónico. Su idea de la vida se resumía en el concepto del pesimismo histórico. La vida está hecha de dolor, de vez en cuando ese dolor se interrumpe y esa interrupción es la felicidad. Mi amigo M. le preguntó un día al Prof. T. si era verdad que Leopardi tenía relaciones sexuales con gallinas y si era cierto que las estrangulaba en el acto para gozar más de la experiencia. No recuerdo lo que el Prof. contestó pero si recuerdo a M. pasar el resto de la clase fuera de la puerta. También recuerdo a M. decirle al prof.: “Prof., si Leopardi hubiese sido alto, guapo y no hubiese sufrido de catarro perpetuo, rico como era, se hubiese liado con Silvia dándole una alegría antes de la muerte, se hubiese hecho con todo el dinero de sus padres convirtiéndose en un chaval popular, no hubiese escrito poemas y no nos hubiera amargado tanto la vida.” Pues M. era listo, pero sacó 4 sobre 10 en literatura aquel semestre y tuve que hacer sus deberes hasta junio para que no tuviese que repetir la asignatura.

Hoy amanecí muy contenta. En la cama perfecta de una casa perfecta. Cogí mi móvil y le envié un sms a mi chico perfecto para desearle un día perfecto. Llegué al curro llena de energías, luego me contaron la historia más triste que hubiera escuchado nunca. Realmente no fue una historia, fue un nuevo episodio de una saga que ya conocía. He sentido que a lo mejor Leopardi tenía razón. Razón desde el punto de vista de algunos, por ejemplo de los que tienen tan mala suerte que no pueden siquiera vivir con sus madres. Y entonces ese dolor que sentí durante todo el episodios me hizo desear cosas horribles como accidentes y enfermedades para los malos del cuento.

Hoy el corazón se me llenó de rabia, impotencia y tristeza. Me he sentido mal por tener tanta suerte y tanto amor todo para mi cuando hay algunos que reciben maldad por todos lados. Pero no hay mucho que pueda hacer.

Amigos os deseo dulces sueños. Abrazad a vuestros hombres y pegad las mejillas entre las tetas de vuestras mujeres. Seáis confiados, no tengáis miedo y seáis pacientes y prudentes… los que podáis.   

1 comentario:

  1. ay, he estado wikipediando al leopardi este, ya que nadie hasta usted había tenido la deferencia de presentarnos. pobre muchacho, que razón tenía M., desgracia la de aquellos que nacen estrellados, que pena que la fatalidad decida cagarse sobre sus partidas de nacimiento.

    pero como dice usted tan sabiamente, brindemos y celebremos nuestra suerte, seamos confiados, y no pensemos, mejor, no pensemos.

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